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Saltapura

Lector

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Escultor: Lino Raguileo. Foto: Erwin Quintupill. Saltapura, nov 2006.

Máscara

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Escultor: Lino Raguileo. Foto: Jorge Sir. Octubre 2006

Kixa (Pipa)

Kixa (Pipa)

Escultor: Lino Raguileo. Foto: Erwin Quintupill. Saltapura, nov 2006

Weicafe

Weicafe

Escultura de Lino Raguileo/ Foto Erwin Quintupill / Saltapura, nov 2006

Utiliza de la naturaleza, solamente lo necesario

Utiliza de la naturaleza, solamente lo necesario

En aquellos tiempos llegó a la Comunidad de Ruka Pagi, un habitante que no tenía dónde vivir. Al llegar a esta comunidad dijo: "aquí me quedaré, pero se preguntó: ¿Dónde dormiré?" Entonces corto dos árboles para construir su casa.

 

Unos soldados lo habían ido a dejar a ese lugar y desde entonces, este hombre no conversaba con nadie, no tenía amigos.

 

Muy cerca de donde construyó su casa había un gran mallín. Un día este hombre llegó a pensar en secar ese mallín y de esta forma, poder tener una mayor cantidad de terreno.

 

Un día muy temprano comenzó a cavar la tierra, formándose una gran zanja. Pasó un mes y el mallín se secó.

 

Una tarde, mientras caminaba cerca de su casa, se levantó un viento muy fuerte y produjo un gran remolino. Este hombre no pudo sostenerse y cayó al suelo. Al intentar ponerse de pie, no lo pudo hacer, "no tengo fuerzas en mis piernas" y entonces se puso a llorar y gritaba pidiendo auxilio.

 

Cerca del lugar, vivía un anciano con su esposa y un niño, fueron a ver al hombre que pedía auxilio. Llegaron donde estaba el hombre que yacía tendido en el suelo y le dijo: " ayúdenme, por favor, no tengo fuerza para pararme, tengo una enfermedad muy extraña". El anciano le respondió: "desde que llegaste a esta tierra nunca saludaste, nada te importó. Yo era el dueño de todas estas tierras, pero llegaron personas extrañas y se apropiaron en gran parte de mi propiedad".

 

Tú no tienes ninguna enfermedad, está volviendo hacia ti tu mal pensamiento, tus malas acciones ¿por qué se secó el mallín? Allí había fuerza, había vida, había un dueño del agua.

 

Cuando volvían a casa el anciano aconsejó al niño y le dijo: "Tú viste como llegó ese hombre, el trabajo que realizó, no conversaba con nadie y sólo quería más terreno y no se daba cuenta del daño que le hacía a la naturaleza".

 

"Tú no vas a hacer esto, debes conversar, debes preguntar a los mayores, ellos tienen mucha sabiduría, no debes ser ambicioso, siendo sencillo y trabajando conseguirás lo que quieres. Debes utilizar la naturaleza solamente lo necesario".

Fuente: Documento de trabajo (fotocopia). Aspectos generales acerca de la EIB y sus fundamentos. Varios autores. No indica fecha.

A continuación, les presento en dos partes una carta escrita por un viejo esquimal. la obtuve de una vieja revista que traigo conmigo desde hace mucho. En las fotografías: junto a esta nota (CARDOS en Saltapura, enero 2008), en la nota que sigue (Pablo Quintupill, Saltapura 2006) y más abajo (Arena, playa de Mehuín, 2008). Todas las fotografías fueron tomadas por mí.

Carta (1a parte)

Carta (1a parte)

“YO NACÍ HACE MIL AÑOS”

 

Carta abierta de un jefe indio

 

Queridos amigos:

 

Yo nací hace mil años, en una cultura de arco y flechas, pero, en el espacio de media vida humana, he recorrido las edades hasta llegar a la cultura de la bomba atómica.

 

Nací en un mundo que amaba las cosas de la naturaleza y les daba nombres hermosos como “Tesoualouit”, en vez de nombres secos y sin gracia como “Stanley Park”. Nací cuando la gente amaba la naturaleza y hablaba con ella como si tuviera un alma. Recuerdo cuando en mi infancia remontaba el Indian River con mi padre. Recuerdo cómo contemplaba el sol sobre el monte Pénéné. Le recuerdo expresando su agradecimiento con un canto, como tantas veces lo vi, y pronunciando muy dulcemente la palabra india “gracias”.

 

Pero llegaron nuevas gentes, cada vez más numerosas, como una oleada arrolladora y destructiva que aceleraba el curso de los años, y de pronto me encontré en el siglo XX. Me encontré a mí mismo y a mi pueblo flotando a la deriva de esta nueva época. No formábamos parte de ella, nos anegábamos en su marejada irresistible, como cautivos que giran y giran en sus pequeñas reservas, en sus parcelas de tierra.

 

Parecía como si flotáramos en una gris irrealidad: avergonzados de nuestra cultura que vosotros ridiculizabais, inseguros de nuestra personalidad y de nuestro rumbo, dudando de poder aprehender el presente y con una muy débil esperanza de futuro.

 

Yo había imaginado algo mejor que esto durante unos pocos años. Vi a mi pueblo viviendo la vieja vida tradicional, cuando todavía tenía dignidad y creía en su manera de concebir las cosas. Les he conocido cuando confiaban tácitamente en su hogar y tenían una cierta noción de cuál había de ser el sentido de su peregrinar por la tierra. Pero, por desgracia, vivían con la mortecina energía de una cultura moribunda, de una cultura que perdía poco a poco su impulso vital.

 

No hemos tenido tiempo de adaptarnos al brutal crecimiento que nos rodeaba, y es como si hubiéramos perdido lo que teníamos sin sustituirlo con otra cosa. No hemos tenido tiempo de abordar el progreso del siglo XX poco a poco, ni digerirlo.

 

¿Sabéis lo que supone no tener un país? ¿Sabéis lo que es vivir en un mundo feo? Eso es algo que deprime al hombre, porque el hombre tiene que estar rodeado de belleza y en ella debe crecer su alma.

 

¿Imagináis acaso lo que es sentir que no se tiene valor alguno para la sociedad y para quienes nos rodean y saber que hay gente que ha venido para ayudaros, pero no para trabajar con vosotros? Porque vosotros os dabais perfecta cuenta de que no podíamos ofreceros nada. ¿Sabéis lo que es sentir que la propia raza se halla disminuida y llegar a pensar que constituye una carga para el país? Quizá no éramos lo suficientemente avispados como para aportar una contribución que tuviera sentido, pero nadie tenía la paciencia de esperar a que nosotros pudiéramos aprender. Hemos sido relegados porque éramos torpes y no sabíamos aprender.

 

¿Sabéis lo que es no sentir orgullo alguno por la propia raza, por la familia, no tener amor propio ni confianza en sí mismo? No podéis saberlo porque nunca habéis conocido esa amargura. Pero yo voy  a explicároslo: la cosa consiste en que uno no se preocupa por el día de mañana porque mañana no cuenta para nada. Se vive en una reserva, es decir en una especie de basurero público, porque se ha perdido todo sentimiento de lo bello.

 

Y ahora nos tendéis la mano y nos pedís que vayamos hacia vosotros. “¡Ven e intégrate!”: eso es lo que nos decís. Pero ¿cómo llegar hasta vosotros? Yo soy un ser desnudo y avergonzado. ¿Cómo caminar con dignidad? No tengo nada que dar. ¿Qué apreciáis vosotros en mi cultura, en mi pobre tesoro? Sólo sabéis despreciarla. ¿Deberé ir hacia vosotros como un mendigo, para recibirlo todo de vuestra mano omnipotente?

 

Haga lo que haga, tengo que esperar, demorarme, encontrarme a mí mismo, encontrar mi tesoro, esperar a que deseéis algo de mí y necesitéis ese algo que soy yo. Y entonces podré alzar la cabeza y decir a mi mujer a mis hijos: “Escuchad, me llaman, me necesitan. ¡Voy hacia ellos!” Y entonces podré cruzar la calle con la cabeza alta porque iré a hablaros de igual a igual. No os despreciaré por vuestro paternalismo, pero vosotros tampoco me trataréis con conmiseración. Puedo vivir sin vuestra limosna pero no puedo vivir sin mi hombría. No me arrodillaré ante vuestra compasión. Vendré con dignidad y, si no, no vendré.

Carta (2a parte)

Carta (2a parte)

Vosotros habláis en las escuelas de integración. Pero ¿se puede hablar de integración cuando no hay una integración social, una integración de los corazones y de los espíritus?

 

Acompañadme al patio de una escuela en la que se pretende que reina la integración. El suelo es negro, plano, liso y feo; mirad, es la hora del recreo: los alumnos corren hacia el patio. Y se forman entonces dos grupos distantes: a un lado los alumnos blancos y allá lejos, junto a la empalizada, los autóctonos. Volved a mirar el patio; ya no es plano; se yerguen montañas, se abren valles, surge un gran abismo entre los dos grupos, el vuestro y el mío, y nadie parece capaz de salvarlo. Esperad, va a sonar muy pronto la campana y los alumnos abandonarán el patio. Solamente se mezclarán en el interior ya que en un aula es imposible producir un abismo grande: sólo puede haberlos pequeños porque no toleramos los grandes.

 

¿Qué es lo que queremos? Sobre todo, queremos ser respetados y sentir que nuestro pueblo tiene su valor propio. Queremos tener las mismas posibilidades de triunfar en la vida, pero nosotros no podemos triunfar con arreglo a vuestras condiciones ni progresar según vuestras normas: necesitamos una enseñanza especial, una ayuda específica durante los años de formación, cursos especiales de inglés; necesitamos orientación y asesoramiento, oportunidades laborales equivalentes para nuestros jóvenes cuando terminen los estudios, ya que, si no, se descorazonarán y dirán: “¿Para qué nos ha servido todo esto?”

 

Nadie debe olvidar que nuestro pueblo tiene unos derechos especiales, garantizados por promesas y tratados. Nosotros no los mendigamos y no os agradecemos, porque bien sabe Dios que el precio ha sido exorbitante: el precio ha sido nuestra cultura, nuestra dignidad y el respeto que sentíamos por nosotros mismos. Hemos pagado, pagado y pagado hasta llegar a ser una raza herida, conquistada y minada por la pobreza.

 

Gracias por haberme escuchado; sé muy bien que en el fondo de vosotros mismos desearíais ayudarnos. Me pregunto sin podéis hacer gran cosa. Sí, podéis hacer muchas cosas. Cada vez que encontréis a mis hijos respetadlos como lo que son: hijos míos y hermanos vuestros.

 

Dan George

 

·         Esta carta de Dan George, jefe de la tribu de los indios capilanos (Columbia Británica, Canadá) fue leída por el misionero André-Pierre Steinman, en el coloquio del que se da cuenta en las páginas 4 a 11. El Padre Steinman, de Puvirnituq, Nuevo Québec, que ha vivido más de 30 años entre los esquimales, afirmó en tal ocasión que, a su juicio, la elocuente carta del jefe indio expresaba también los sentimientos de los esquimales de Groenlandia y del Canadá.

 

 

Fuente: “El Correo de la UNESCO”. Enero De 1975, año XXVIII.

A propósito de We Xipantu

A propósito de We Xipantu

Cuando asistí por primera vez a una asamblea en Saltapura, el año pasado con motivo de presentar la idea del Mingako Cultural, me enteré de algunos problemas con relación a esa celebración. Se recordó la del año anterior: que no hubo integración, que mientras algunos desarrollaban la ceremonia había otro/as que miraban a cierta distancia y aparentemente se reían de los que lo hacían.

 

Ocurre que la celebración no es iniciativa de los comuneros y comuneras, de mis parientes y amigos. Entendí que estaban coordinados – por el Programa Orígenes – con otras ocho comunidades de los alrededores para el efecto de participar de los beneficios emanados del Gobierno. Como consecuencia, todos los coordinados debían celebrar We Xipantu. El organismo gubernamental se pone con parte de los fondos.

 

Me quedó claro que disfrutaban a medias, la ocasión. En 2007 fijaron una fecha que posteriormente fue cambiada. Como faltaban muy pocos días para la celebración, hubo quienes a pesar de haberse comprometido estuvieron ausentes: “tenía hora en el hospital, de mucho antes, no podía faltar”; “mandé mi donación; pero, no pude venir a ayudar porque tenía una reunión y no podía faltar”; “¿por qué cambiaron la fecha, tan a última hora?”; “ustedes – los dirigentes – debieron haberse mantenido firmes en el primer acuerdo”. De eso me enteré en la reunión siguiente, en la que afinamos los últimos detalles del 1º Mingako.

Años después

Años después

Fue en los años ochenta que oí hablar de celebraciones públicas. Los no mapuche de izquierda y los artistas que conocía hablaban de esto con entusiasmo, de la revitalización de la cultura ancestral de los mapuche o de los compañeros mapuche, de que quién dijo que ya no había mapuche, etc.

 

En esos años, funcionaba el Grupo de Teatro de ADMAPU. Eran una docena de jóvenes mapuche provenientes de distintos lof cercanos a Temuco o de provincias vecinas. Allí, alguna vez, surgió la idea de recrear lo del we xipantu en una obra y llevarla al escenario. Se dedicaron a investigar el tema, a escribirla y a ensayarla. El éxito fue notable, según supe. No podía ser de otro modo, porque estaban refiriéndose a una manifestación íntima, parte de los fundamentos de nuestra cosmovisión, a esa fecha algo a mal venir. Todo un acierto que se agradece.

 

De allí nació la idea de conmemorar esta fecha en la ciudad, como un momento importante en nuestro cíclico vivir y fundamental para fortalecer la alicaída identidad de los residentes por allí. Una buena estrategia política organizacional.

 

Después se propagó la idea: otras organizaciones de la época fueron haciéndola suya y desarrollaron actividades alusivas. Con el afán de ir creando redes de apoyo con organizaciones no mapuche fue presentada como celebración, a la que eran invitados dirigentes connotados  (no mapuche) de ese entonces. La organización mapuche, como cualquier otra, necesita y crea alianzas. Por otra parte, es sabido por todos el alto grado de dependencia partidaria de nuestros dirigentes de entonces. En la actualidad es parecido.

Mi padre contaba…

Mi padre contaba…

Mi madre también, que en esta fecha la gente salía a la medianoche y se iba a meter a los mallines. En donde nosotros vivimos no hay ríos ni esteros adecuados; por eso, iban a los mallines a bañarse. “¿A esa hora papá? ¿No hacía frío?”. “¡Éramos jóvenes!; pero, toda la gente iba, los mayores también”. “¿Se juntaba mucha gente?”. “No, era la familia, no más; pero, gritábamos y de lejos nos respondían los otros. Otra gente que iba al mallín que le quedara más cerca de la casa”. “¿Por qué hacían eso, papá?”. “Pa’ limpiarse, pa empezar de nuevo el año. Los antiguos decían we xipantu; o sea,  que empezaba un nuevo año. Era la noche más larga y de ahí empezaba a acortarse. Era bonito”.

 

En esos años, mis padres me enseñaron a lavarme el rostro justo a la medianoche. La verdad es que ignoro cómo lo hacían antes, pero en esa fecha disponíamos de un reloj despertador que nos daba la hora exacta. También aprendí otros asuntos en ese día: a probar suerte con “pruebas de San Juan”. Después entendí que eso era préstamo cristiano; pero, nos entreteníamos mucho.

En Concepción

En Concepción

Allá por los años 91 ó 92 nos reunimos en torno al We Xipantu los integrantes del Hogar Mapuche “Pegun Dugun” y algunos invitados. Los peñi del Pegun Dugun (una veintena) vivían en una casa de dos pisos en el barrio Pedro de Valdivia o sector Costanera (rivera norte del río Bío Bío). Yo trabajaba para una ONG y allí conocí como compañero de equipo a Adolfo Millabur. Él vivía en el mencionado Hogar.

 

Acordamos juntarnos por la noche. Yo estaba encargado de invitar a otros peñi y lamgen que vivían por allí, pues los muchachos del Pegun habían llegado hace poco por la ciudad y deseaban conocer a otros peñi o lamgen. Casi todos provenían de la provincia de Arauco, de Cañete al sur.

 

Mis invitados llegaron esa noche al barrio: el peñi Andrés, de poco más de 20 años, que vivía muy cerca de allí con su joven esposa, y al que le gustaba mucho tocar la xuxuka (trutruka); alguien de la familia Calfulén, no recuerdo si fue Silvia o Lorenza; y mi tía Guillermina. La tía llegó con una bolsa. Después de ser presentada a los dueños de casa, pidió que le dijeran quién hacía de logko. Le dijo “en mi tierra, cuando alguien va de visita, siempre lleva un regalo”. Enseguida entregó el bulto que contenía muchas doradas sopaipillas. Tomamos mate, nos conocimos un poco más, disfrutamos mucho. No hubo invitados chilenos, ni lo hicimos público. Esto porque no se trataba de una celebración pública, no existía la motivación de fortalecer lazos con organización chilena alguna. En definitiva, se trataba de aprovechar la instancia para conocer a otros mapuche en un día tan especial. Por eso, fue casi como estar en casa.

Otra, en la ciudad

Otra, en la ciudad

Hace un par de años vi en el diario local la noticia que una parroquia del sector Santa Rosa, en Temuco, celebraría we xipantu. Hacían un llamado público. Justo lo que nosotros no hacemos cuando conmemoramos de verdad. Como ya expuse más arriba, si hay propósitos políticos, se invita y la celebración pierde su naturaleza de intimidad hogareña.

 

Me quedé pensando en el eterno y lamentable afán de esa iglesia y de otras en hacer proselitismo a costa de lo que sea. Me dije una vez más lo que hace  varios años le  dije a un amigo pastor evangélico: “¿Crees que antes de entrar en contacto con el cristianismo no éramos felices? ¿Crees, de verdad, que el cristianismo vino a ser para nosotros la salvación que mencionas en tus cultos? ¿Crees que desde  entonces somos mejores hombres, mejores personas?”. Él, mi amigo, había comentado en tono de broma que yo había salido muy duro de convencer. Nos reímos de la situación, ambos.

 

Ahora, vuelvo a pensar en los castigos que sufrieron los viejos – mis padres entre otros – en los días que permanecieron internados en la Misión de Boroa, con el propósito de que se “educaran”. Allí tenían como objetivo evangelizar a los niños y jóvenes, hacerlos “gentes” de una vez y de paso, chilenizarlos; o sea, hacerlos gentes[1]. Entonces, cualquier método era lícito para conseguir el fin: hincarlos sobre granos de arvejas, propinar golpes  con varilla o regletas, tirar de las patillas, hacer rezar no sé cuántas veces el Padre Nuestro o algún otro rezo, prohibir hablar en mapuzugun, no usar ropas de mapuche, etc. Son cosas que escuché a mi padre, entre otras. También las he oído de otras personas. Hay quienes niegan que los curas y las monjas hayan dado mal trato a los niños/as de entonces. He oído esto último a personas mapuche que han adherido al catolicismo de manera fervorosa. Lo que a mí me consta es que ellos/as no tienen edad suficiente para ser testigos de lo que dicen haber vivido los más viejos.



[1] Permítanme esta ironía con el pensamiento de ¿esa época? y discúlpenla, si llega el caso.

Consideración/reflexión final

Consideración/reflexión final

Entonces, manifiesto mi adhesión a cualquier celebración con fines políticos, si se trata de abrir un espacio al no mapuche para que se aproxime a  saber algo de nuestro ser íntimo (cosmovisión). Es válida esta situación en el contexto de las organizaciones mapuche que realizan actividades públicas, o de organizaciones no mapuche que abordan el tema, siempre que lo hagan con el respeto que se merecen sus semejantes (nosotros).

 

Al respecto, es importante mencionar y detenernos a reflexionar  respecto a lo que ocurre desde que el gobierno chileno ha instaurado el 24 de junio como día de los pueblos originarios. Desde entonces, los establecimientos educacionales pueden realizar un cambio de actividad y dedicar esa jornada íntegramente al “we tripantu”, sin necesidad de informar de ello a la autoridad. ¿Bueno o malo? Depende de lo que se haga y cómo o con quiénes o con qué, etc. Si los profesores/as realizan una teatralización sin asesoría competente alguna, sospecho que van mal, independientemente de la buena intención. Se trata de algo similar a planificar una clase o una unidad o el semestre completo; por lo tanto, hay que asesorarse y dejar poco a la improvisación.

 

Mi empleador que trabaja en una escuela básica de Melipeuco, me contaba hace unos días, que en un primer básico harán una dramatización. Entre los personajes a representar está el de una “machi”. En el curso hay niños y niñas mapuche: sin embargo, ninguna de ellas aceptó actuar de “india” (expresión de las niñas). Al parecer, las pequeñitas no se identifican positivamente con la condición de mapuche o indios/as  al decir de ellas. Melipeuco es zona de mapuche-pewenche.

 

Por supuesto, que allí es necesario resaltar e incluir entre las efemérides a celebrar lo del we xipantu. Sin embargo, por lo mismo, es de sumo cuidado el cómo se aborda metodológicamente la situación. De ello, dependerá que los niños y niñas aprendan a vivir con dignidad su natural y maravillosa condición de mapuche. De lo contrario, se corre el riesgo que terminen participando por inercia y no por real valoración de lo que son. Como resultado, también, los niños/as no mapuche les observarán con extrañeza, fastidio y desprecio. En lo que a mí respecta, si la situación lleva a lo último, prefiero ser ignorado una vez más (es menor peor), a riesgo que cualquiera de esos niños en unos años más se avergüencen de su origen y particularmente de la gente de su comunidad: su familia.

 

Profesoras y profesores, dirigentes y simpatizantes que tengan un buen fin del tiempo que hemos venido viviendo, que el sol no pierda su generosidad y nos venga acompañando en los días que vendrán. Ustedes y nosotros somos importantes: nadie está de más (quizás alguno total e irremediablemente ido del equilibrio natural). Sin embargo, en esta noche de fin del ciclo que se acaba, observen como nosotros los sueños que han realizado y recuerden aquellos que han adornado su dormir últimamente. El agua como símbolo limpia el espíritu: cuidémosla.

Saludo de We Xipantu (poema mío)

Saludo de We Xipantu (poema mío)

En este lugar cabemos todos

los elegidos y los despreciados

los pobres y los demás.

 

El día y la noche intercambian palabras bajo este sol

y llaman a hombres y mujeres

a viejos y a niños.

 

Los que dejaron de ver

los que se fueron al otro lado del mar

abren sus ojos para sentirnos.

 

Los de la montaña y los de los bajos

los pájaros que ríen

no dormirán en esta noche-día.

Todos hacen falta.

 

Despierten al que duerme, dicen las treiles.

 

El que ha dicho una mala palabra

tiene el espacio de siempre

para contar su tristeza.

 

El nuevo día será más largo

mientras la nieve cae y el sol regresa

aquí cabemos todos

para el sol somos lo mismo

un solo-corazón y un solo-cuerpo.

Los demás que se sumen.

 

El autor de este conjunto de notas fue militante del Centro Cultural Mapuche y posteriormente de “Admapu”, en Concepción. Junto a Eugenio Alcamán, en ese entonces estudiante de Antropología, participó en la organización de la Tercera  Semana Cultural Mapuche (1979). En el año 1988 formó parte del elenco del Grupo de Teatro Mapuche en Temuco.

 

Si alguien se pregunta si no era difícil hacer aquello en los años que menciono, digo: sí, lo era; pero, no tan distinto al tiempo actual. En ese entonces, éramos tildados de comunistas, mapuche que trabajaba para el comunismo internacional. En la actualidad, nos llaman terroristas; porque tanto antes como ahora la oficialidad del lado que sea insiste en que somos gente pacífica, no violentas, dispuestas a dialogar la sordera que nos proponen. Los demás, son resentidos sociales.

Fragmentos... de conversación con mi padre

Fragmentos... de conversación con mi padre

ÑANCUPIL

 

Ñancupil, el papá de Wete, fue nombrado. Y fue a saltear a la Argentina. Herido volvió, alcanzado por balazos.

 

Tenía un caballo especial, muy bueno, que corría sobre maneado, a saltos. Él ejercitaba su caballo.

 

Antiguamente, como militar, dicen que hacían desde chicos.

 

IAL[1]

 

Hoy día somos muy delicados y antiguamente muy sufridos. Con comida natural, como betarragas que nacen solas desde el suelo virgen y que antes sacábamos, cuando éramos chicos. Como pasto salía el cvbgaw[2]. También había frutillas silvestres - chiquitas; pero sabrosas - y lawv[3].

 

Hasta pasto dicen que comían. Y También comían harina tostada de avellanas.

 

 

BOROA[4]

 

En Boroa hubo una matanza. Neculmán era lonko allá, y eran muy unidos con la gente de acá. Allí hubo una matanza y quedó pura osamenta. No sé con quién fue la pelea. Por eso se llama así.



[1] Ial: Comida.

[2] Cvbgaw: Hierba pequeña de hojas parecidas a las del trébol, con flores amarillas y bulbo carnoso de sabor dulce.

[3] Lawv: Hierba pequeña de hojas parecidas a las de la siete vena, con una única flor de color azul y bulbo carnoso de sabor dulce.

[4] Localidad cercana a Nueva Imperial.

EL ROL DE LOS SABIOS MAPUCHE

EL ROL DE LOS SABIOS MAPUCHE

Este texto forma parte de una Conferencia dictada durante el desarrollo de las primeras Jornadas de Historia, organizada por la UNAP, en su sede de San Bernardo, los días 2, 13 y 14 de octubre de 2007.

 

En la familia mapuche, hasta hace unas décadas, todos sus integrantes estaban permanentemente comunicados. Los niños se dedicaban a jugar y a colaborar en algunas tareas como el cuidado de animales y el acarreo de leña o de agua. Los adultos se dedicaban a las tareas de mayor esfuerzo. Los más ancianos permanecían mucho tiempo en el hogar y realizaban actividades productivas menores. Había momentos en que todos se reunían; por ejemplo a la hora de las comidas alrededor de la mesa y por las noches en torno al fogón.

 

En esos instantes, los más adultos comúnmente tenían la oportunidad de contarle a los niños y jóvenes los conocimientos adquiridos en sus años de vida: el tuwvn[1], el kvpan[2], el nvxam[3]y también relatos literarios a través de la conversación, a través del zugun[4]. Igualmente los padres y otros adultos participaban activamente de este proceso a través de distintas instancias que ofrece la oralidad. Algo de esta actividad pedagógica tradicional es practicada por las familias actuales.



[1] La genealogía.

[2] Los orígenes, la proveniencia geográfica.

[3] La conversación y sus modos.

[4] La palabra y su uso.

Poema de Anselmo Raguileo

Poema de Anselmo Raguileo

En mayo pasado se cumplieron 86 años del nacimiento de nuestro recordado tío Anselmo. En esta oportunidad les comparto un poema escrito por él y que me fuera facilitado por su hija Ruby.

 

“El pregón de las arvejas”

 

De madrugada salió Cacinta

a coger capis de arvejas.

La vieron las últimas estrellas

y también el viento puelche.

Bajo sus pies desnudos

crujen los tallos rotos

y , el rocío de la noche,

cae como lágrimas de las hojas.

Sus ágiles manos se mueven

como aves cogiendo semillas.

Transporta ahora su bulto

como hormiga que arrastra su carga.

Al trote sobre su mansa “mulata”

va ensayando una canción pregonera

y las cintas de sus cabellos

se agitan como alas de mariposas.

Llega a la ciudad

aún soñolienta

y grita su pregón

con voz cantarina

repitiendo una y otra vez

en cada esquina :

alvirca, casera, alvirca,

alvirca, alvirca, alvirca,a a

Reflexiones…

Reflexiones…

Fue en 1991, siendo parte de un grupo que promocionaba el fortalecimiento de la organización en el sector de Llewllew que escuché las siguientes reflexiones. Nos reuníamos viejos y jóvenes de ambos sexos para hablar de nuestros asuntos. En esa ocasión comentábamos las relaciones iglesias y pueblo mapuche.

 

Un peñi joven relataba así las conclusiones de su grupo: “La relación de la organización mapuche con la Iglesia Católica es un poco positiva, en cuanto a que ayuda a recuperar algunas costumbres; por ejemplo, el telar, y también trata de incentivar lo que es el idioma; no prohíbe de que se practique. Pero, eso sí, la relación se está dando un poco equivocada. Esto está en directamente relacionado con el punto anterior que hemos tratado: el quinto centenario, porque ella tiene otra postura, no la misma postura que tenemos como indígena (…) La Iglesia Católica predica la celebración y ahí, desde cierto punto de vista, está equivocada.

 

Después viene la Iglesia Evangélica, Pentecostal, en general. Se dice que la relación es negativa porque trata de negar todo lo que es el idioma y la costumbre; (la Iglesia Evangélica) obliga, más bien dicho, a que se pierdan toda esa costumbre.

 

El anciano peñi Francisco Santi y que, tal vez, ya no esté entre nosotros, agregaba: “Allí, en Antiquina, nosotros nos formamos una Directiva de cinco hombres y dentro de eso había un joven evangélico. ¿Qué es lo que pasó, actualmente? El pastor le empezó a criticar la participación de esa organización.

 

En eso, entonces, yo no compartiría con el entendimiento de este caballero, porque en realidad yo creo que aquí estamos haciendo una cosa sana; no es borrachera, no, sino que para entenderlos dentro de una comunidad. Entonces, ahí, este caballero… no sé… parece que está un poco desorientado. No sé cómo, parece que la gente empieza a llevarle la idea de él, porque cómo este joven se retiró. Y le dijo que se retirara y lo hizo.

 

Porque nosotros, de que se estaba hablando, cuando acá el joven decía de que nosotros tendremos que tener relaciones entre organización y la Iglesia. Porque no podría ser para él – ese joven – ver un poco más, de aprender un poco más como poder sacar algunos asuntos dentro de la comunidad que tanta falta hace en algunas partes. Y ese joven, que era joven todavía, pero en realidad es que le convenía tuviera ahí dentro de esa directiva.

 

Pero, ahora eso yo que no lo hallo tan bien

Poema mío

Poema mío

¿Por dónde vuelan tus pasos ahora abuela Rupaylew?

¿Por dónde tu mirada se ha quedado? ¿En quiénes vive?

¿En cuál de nosotros bulle la sangre que brotó de tus heridas?

 

Un coro de aves del bosque responde:

¡Cruzando los ríos viene!

¡Cruzando los ríos!

Nota por imagen: La escultura es de Lino Raguileo